March 27, 2021

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Victoriano Huerta, aquel adolescente que sí sabía leer

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CIUDAD DE MÉXICO.

Victoriano Huerta es en este marzo de 2021 uno de los trending topics, en redes sociales, por la conmemoración del Plan de Guadalupe .

Después de la muerte del Presidente Francisco I. Madero, y ante la usurpación de la silla presidencial por el General Victoriano Huerta, el Gobernador del estado de Coahuila, Venustiano Carranza, se lanzó a la lucha armada para restituir el orden constitucional.

El 26 de marzo de 1913 Carranza proclamó el Plan de Guadalupe, en el que desconoció al gobierno del General Huerta, además dio nombre a las fuerzas armadas que organizó denominándolas Ejército Constitucionalista, del que se designó como Primer Jefe. Este documento es la base para la creación del actual Ejército Mexicano y representa la defensa de las instituciones legalmente constituidas.

Después de la Decena Trágica, entre los revolucionarios era común cantar La Cucaracha. El corrido, cuenta el escritor Paco Ignacio Taibo II, fue inspirado en Victoriano Huerta a quien “la bola” caricaturizó como un insecto. De cuello corto, el dictador sufría cuando dejaba el uniforme militar y vestía de frac: “el traje le llegaba a apretar el cuello y parecía una cucaracha”, señala el autor.

A ese aspecto se sumaban “las piernas cortas y zambas del bulldog, ancho de pecho y los brazos más largos de lo normal”. De origen indígena, Huerta “usaba el cabello cortado en cepillo, y sus pupilas inquisitivas le bailaban en las conjuntivas irritadas, tras unos lentes oscuros que se le resbalaban a menudo de la nariz, por el sudor alcohólico que le rezumaba de toda la faz”, escribió el ex rector de la UNAM Genaro Fernández MacGregor.

Quizá uno de los personajes más repudiados de la historia de México, pieza clave de la Revolución Mexicana que orquestó el derrocamiento y asesinato de Francisco I. Madero hace un siglo, Victoriano Huerta nació el 22 de diciembre de 1850 en Colotlán, Jalisco, en las estribaciones de la sierra de Zacatecas.

Indígena cora por parte de su madre, tuvo 11 hijos con Emilia Águila, gran bebedor de coñac Hennessy e incluso adicto a la mariguana. “Es un personaje muy torvo que siempre estuvo apagado, a la sombra, sobre todo en la etapa maderista, y que cuando de repente se da cuenta que puede haber llegado su momento, se hace con el control y actúa según su conciencia, su espíritu, su estilo y su pasado”, señala Taibo II.

Cuentan las crónicas que un día de verano de 1869 llegó a Colotlán Donato Guerra. Huerta, un adolescente de la sierra de apenas 15 años, se ganó el aprecio del oficial gracias a que sabía leer y escribir; se convirtió en su auxiliar para redactar sus partes de guerra y con su ayuda ingresó un año más tarde en el Colegio Militar. Ese sería el comienzo de su carrera que culminaría con la obtención del grado de general brigadier condecorado con el Mérito Militar y Miembro de la Suprema Corte Militar.

Pero curiosamente, dice Taibo II, “no era de formación de infantería o artillería, sino de geografía, era técnico en mapas y levantamiento de terrenos y de topografía”. Su graduación había llegado en 1877 y las necesidades en el hogar materno (tras la muerte de su padre) le obligaron a abandonar una beca en Alemania y a emplearse como segundo teniente del Cuerpo de Ingenieros.

Así estuvo en Veracruz y Puebla, más tarde fue enviado a Sinaloa y Tepic como militar de línea al mando de Bernardo Reyes, con quien se ligaría toda la vida. Con él, “estuvo siempre metido durante la época porfiriana en negocios turbios”, señala Taibo II. Sus incursiones ilícitas no sólo fueron mercantiles, sino que también revelaron lo cruel del personaje:

A él correspondió pasar por las armas a un grupo de alzados de Mezcala, Guerrero y ya con Reyes como secretario de Guerra fue comisionado en la llamada Guerra de Castas en Yucatán, “estuvo en la guerra contra los yaquis, estuvo en Yucatán reprimiendo las rebeliones mayas, era un cuate que provenía del lado oscuro del porfirismo”.

La ambición estaba despierta en Huerta, incluso el propio Reyes (siendo ya gobernador de Nuevo León) debió deshacerse de él, luego de que causó problemas tras entregarle una licitación para pavimentar carreteras.

Militar de cepa

Tras llegar al poder en 1913, Victoriano Huerta se mantuvo como presidente interino de México durante 17 meses. “Él piensa que está haciendo lo correcto con esa vida militar, comienza a militarizar todo, a hacer un régimen de terror, de regularizar todo: la economía, la gente”, dice la investigadora de la Dirección de Estudios Históricos del INAH, Rebeca Monroy Nasr.

Casi en la sombra, Huerta solicitó su reincorporación al ejército tras la renuncia de Porfirio Díaz, él sería el encargado de escoltar el tren que trasladó al anciano dictador a Veracruz rumbo al exilio. “Sin duda, Huerta debió ser un hombre inteligente y hábil, supo ganarse la simpatía de Francisco I. Madero a pesar de que su propio hermano (Gustavo) le advirtió que tuviera cuidado con él”.

Monroy Nasr pone un ejemplo: durante la Marcha de la lealtad, el 9 de febrero a las nueve de mañana, se oyen refriegas de balazos y Madero y Huerta se meten a la Fotografía Daguerre, un gabinete enfrente de Bellas Artes y “el que está a su lado detrás es Victoriano Huerta, en una foto de Ezequiel Carrasco publicada en Revista de revistas, ahí sale Huerta como su hombre de confianza, como el hombre que está con él”.

Trece días después, Madero sería asesinado. El 20 de febrero de 1913, por bando solemne se dio a conocer que el país tenía nuevo presidente: el general Victoriano Huerta. Durante su dictatorial mandato, opina Monroy Nasr, “creo que él estaba convencido de estar ayudando a México, creía que estaba haciendo lo correcto, era un militar al 100 por ciento y creía que la vida militar era lo único que iba a sostener a este país”.

Huerta instituye el servicio militar obligatorio en escuelas, “tiene una gran preocupación por el patrimonio cultural y asienta unas de las primeras leyes de lo que será el cuidado del patrimonio, se inaugura alguna exposición de arqueología en su época, se empieza a retomar la imagen del indígena, no del indio muerto sino del vivo”, dice.

La imagen del hombre oscuro sin embargo ya no le abandonará. El 15 de julio de 1914, Huerta presenta su renuncia al Congreso. El Chacal, como se le llamará después, se autoexilia en Barcelona, desde donde intentará regresar al poder con ayuda de alemanes interesados en estar cerca de Estados Unidos. Cuando el plan ha sido puesto en marcha, Huerta es apresado en El Paso y después liberado.

El usurpador regresa al coñac y su salud declina. Gravemente enfermo es sometido a dos operaciones quirúrgicas, pero dos semanas más tarde, el 13 de enero de 1916, fallece en El Paso. Sus restos yacen en una tumba del panteón Evergreen.

La imagen que de él hace Ramón Prida parece perdurar: “es sanguinario, pero no enérgico; es inteligente pero no juicioso; es egoísta, disipado e inconstante en el trabajo…”

 

 

*Parte de este texto fue publicado en Excélsior en su edición del 3 de febrero de 2013. 

 

 

 

 

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